Las palabras y las acciones nunca caen en el Vacío.

En el seno de la prosperidad en que algunos viven, no pueden darse cuenta de lo grande que es el imperio de la pobreza, y que por mucho que se explore, no se llega nunca a los confines de este dilatado continente.

Por eso es importante procurar empatizar con quienes menos tienen y ser generosos al otorgarles una ayuda que quizá no les resuelva la vida toda pero las brinda un poco de respiro ante el torrente de adversidad en el que les ha tocado vivir.

Describía un doctor la reacción de los beneficiarios de las ayudas cuando veían aterrizado el auxilio en sus vidas: “El entusiasmo les hacía cosquillas en el epigastrio, atravesándoles un bulto en el vértice de sus pulmones, con lo que en determinado momento les pesaba respirar; pero todo esto les ponía candelas encendidas en el cerebro.” Una magistral definición del efecto que una acción benévola ocasiona en la gente que verdaderamente lo necesita.

Adoro las palabras porque es un hecho que las palabras nunca caen en el vacío. Si en la vida diaria pudiéramos tener siempre presente este simple concepto, creo que entenderíamos y cuidaríamos nuestras palabras y sobre todo nos guardaríamos de opinar a lo tonto y de decir esas cosas que frecuentemente decimos y que sólo proyectan nuestros olímpicos prejuicios, nuestra sustancial falta de seso y nuestro práctico reconocimiento de que el aire que respiramos no nos cuesta.

Jamás en el devenir de los días, tanto como hoy, el ser humano, ósea nosotros, hemos estado sometidos a tan caudaloso y opíparo torrente de tonterías y de vacuidades. Sin embargo eso no obsta para poder asimilar el vértigo y la asombrosa espiral de notas que nos tienen al filo de la butaca.

Hoy tenemos como mexicanos dos movimientos estelares que nos atraen la atención. Uno nos incumbe y tiene a muchos miembros de nuestra generación de políticos neoliberales comiéndose, en forma por demás antihigiénica, sus uñas, el caso de Genaro García Luna, y el otro tiene que ver con el conflicto entre EU e Irán. Así iniciamos este flamante 2020, como premonición de lo intenso que será.

Día a día, nos bastará con despertar para que se derrame sobre nuestras cabezas este aluvión de noticias que nos mantendrá con la adrenalina existencial a todo lo que da, como si fuera la tanda de penales entre America y el Monterrey.

Como el mitológico Ulises, nosotros en nuestra diaria Odisea tendremos que atravesar el estrecho de las noticias constantes y reiteradas de cada caso como sirenas desafinadas. Una de esas notas nos puede parecer chusca y un engendro del pasado que puede incomodar a los actuales poderosos.

Tal es el trágicamente cómico discurso de Donald Trump criticando al entonces presidente Obama diciendo unas palabras que lo sentencian a él mismo “ex ante”, pues dice lo siguiente: “Nuestro presidente iniciara una guerra con Irán porque no tiene ninguna habilidad para negociar. Es débil e ineficaz. Tenemos un verdadero problema en la Casa Blanca. Creo que atacará a Irán en algún momento antes de las elecciones, porque cree que es la única forma de ser elegido. ¿No es patético?”

Las palabras nunca caen en el vacío.

¿Pueden ustedes ayudarme a calcular todas las brutales intenciones de Trump en el presente después de escuchar esta sentencia dictada por él? No es fácil, pero sé que, como en el cálculo integral, tiende a infinito. Esto fue uno de los muchos modos que hay para comprobar que no son sólo las palabras del amor las que no caen en el vacío; lo son y de manera más humana y enhiesta las palabras de la ambición de los políticos.

Volviendo al caso que nos ocupa como mexicanos, entiendo que en este torrencial y entramado universo jurídico anglosajón, las posibilidades de que el Señor García Luna, intoxicado de turbias sospechas, salpique a muchos de sus congéneres políticos son muchísimas, pero serán parcialmente limitadas al caer en secrecía y no es infrecuente que de pronto las cosas ocurran como ya ocurrieron y todo se torna en un juego perverso donde la justicia es lo de menos y el único ganador será el gobierno norteamericano al tener en su haber un arsenal invaluable de información muy delicada que le servirá para canjear a su conveniencia en un futuro no muy lejano.

Marcelo Odebrecht, heredero del emporio brasileño que tantas cabezas poderosas vio caer como consecuencia de una corrupción enquistada en el Poder de varios países, siguió los mismos pasos que ahora sigue García Luna; estaremos expectantes para ver cuantas trayectorias de políticos aún vigentes verán su inminente fin después de ver las huellas de su lamentable trayectoria con la prueba de rodizonato de sodio que la información del policía estelar de Calderón proporcione.

Las palabras como las acciones nunca caen en el vacío.

El tiempo hablará.

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