Lucha de poderes

Lo que nos mejora también nos desafía. Carlos Fuentes.

Una de las grandes y perversas tentaciones cuando dos personas viven juntas consiste en hurgar en los asuntos del otro. Es muy humano. En ese tenor el poder judicial de la federación se ha convertido en estos días en el némesis de AMLO desatando una guerra por la ley de los salarios que puede culminar en una victoria que afecte la división de poderes, algo que probablemente a nadie le interesa después de una batalla que a todos nos concierne. Esperamos que esta diferencia tan evidente entre el poder ejecutivo y el judicial sea solamente una etapa y no una condición insuperable.

Para la mayoría de los mexicanos la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) es un ente de gobierno que sabe representar muy bien su papel de ausente presente. Es como ese pariente del que nuestros papas nos hablan mucho pero que jamás conocemos, salvo cuando ya es irremediable tener que conocerlo y por lo regular no es en circunstancias muy agradables.

Espero muy sinceramente que la solución final de este encontronazo entre la dupla del poder ejecutivo en la persona de nuestro flamante presidente y el legislativo personificado por el senador Ricardo Monreal y el diputado Mario Delgado por un lado, y el judicial por el otro, no sea como pasar de la bulimia a la anorexia, en un momento que pareciera que queremos que la vida se nos convierta en un domingo el año entero, además de que para muchos mexicanos este encuentro de poderes nos produce unas ráfagas de ansiedad que nos acercan imperceptiblemente a la vejez prematura.

Esta diferencia inédita en nuestro país que hoy estamos presenciando solo la leíamos en los periódicos en la sección Internacional; en un lugar de abrazos, palmadas, diminutivos como amiguito, o aumentativos como abrazote, incluso de una retórica melosa muy mal disimulada para rememorar deudas o para olvidar agravios, justo aquí surge esta no pequeña diferencia.

En este este catálogo de carencias que tenemos en nuestro querido México me imagino a AMLO diciendo a sus seguidores: No se contenten con decirme lo que yo quisiera escuchar, y a sus oponentes: No me confronten por mero negativismo. Sean serios. Yo me pregunto qué es lo que le importa más a AMLO, la autoridad o la verdad.

Querido y dilecto lector, creo que a todos los mexicanos nos aborda una salva de interrogantes abstractas porque no sabemos hacer las preguntas concretas y hoy por hoy en este rubro la tensión se está convirtiendo en el pan de cada día, donde hasta el momento de escribir la presente no hay paz sino treguas efímeras.

Trato de descifrar las intenciones más recónditas de AMLO, a veces creo leer en su conducta una cierta voracidad por el poder. Tiene mucho poder y sin recato parece que quiere más. Me pregunto si esta diferencia con el poder judicial la provoca y la induce para verdaderamente enderezar este país de multifactores que no dejan resolver de una vez y para siempre todo lo que nos mantiene como Capulina, en una permanente situación de anhelos al aire diciendo reiteradamente: “Si quiero” y AMLO como Viruta apurándonos con una expresión desesperada: ¡Pues ándale!

Su vocación por el pasado y mi anhelo de querer entenderlo me lleva a compararlo con otro personaje de la historia y quien en 1958 dejó la presidencia, don Adolfo Ruiz Cortines (ARC), para muchos el mejor presidente que hemos tenido y apreciación a la que aspira AMLO. ARC, un hombre maduro, severo pero con humor, más listo que las arañas, escondido detrás de una máscara severa, adusta, ojerosa, penetrante, para disfrazar la ironía que es arteria de la verdadera inteligencia y sobre todo una cabeza de sabio grecorromano ahorcada por una corbata de moño con puntitos blancos. Conocido como el presidente que sabía tragar camote sin hacer gestos, el tullido aparente que caminó los seis años de la cuerda presidencial sobre el vacío y dio ejemplo de cordura, serenidad, ironía, y tolerancia que hoy en día este país necesita.

Aunque eran otros tiempos, si algo sabía hacer muy bien ARC era negociar y de él aprendió AMLO que la política es el arte de escoger entre lo desastroso y lo desagradable. No en balde el día de ayer Morena y los Ministros de la Corte sostuvieron una reunión en la que se acordó que será precisamente el Poder Judicial el que definirá el monto de salarios y que la reducción sólo aplicará para futuros nuevos integrantes. Una decisión que mantiene ostensiblemente vigente la tan importante división de poderes.

En este proceso de cambio que estamos viviendo ningún poder puede quedar indemne, y esperamos que más allá de salarios decorosos, no regirnos más por un conjunto de leyes no escritas que acaban por sustituir a la ley escrita.

Si envejecer es perder la audacia, AMLO está viviendo políticamente los mejores años de su vida, sin olvidar que la experiencia es la mejor de las universidades.

El tiempo hablará.

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