La estancia de los migrantes en nuestra ciudad tiene razones muy profundas y muy arraigadas para asumir que es un problema actual de una crisis humanitaria que el presidente Trump nos arrojó sin el menor de los pudores anglosajones a esta nuestra ciudad fronteriza. Al contemplar a estas personas que no escogieron venir a Matamoros, que fueron arrojadas en contra de su voluntad y en forma aleatoria a nuestra ciudad quien sabe por qué razón, y contemplar de cerca su lacerada realidad, viene a bote pronto una comparación, toda proporción guardada, con los campos de concentración nazi, los cuales fueron instigados por una mente poderosa e insensible.
Después de meternos en las entrañas de las casas de campaña de algunos de ellos, de atrevernos a conocer sus realidades, de conocer sus testimonios sin el sesgo que produce el bombardeo de prejuicios de quienes simplemente no los quieren querer, ni los quieren entender. Llego a la conclusión de que en esta vida no basta querer ser bueno, es necesario serlo.
En casos tan delicados como estos la incomprensión es el huracán que enciende todas las pasiones. Por esa razón dejamos de escuchar verdades enlatadas y nos abocamos a realizar una exhaustiva investigación mi tocayo Jorge Pérez y un servidor, pretendiendo profundizar en las raíces de las causas.
Querido y dilecto lector matamorense, el resultado podrá parecerte de una franqueza insolente porque, de acuerdo a los datos obtenidos y a la interpretación de nuestro reportaje, podemos deducir que en términos generales la mayoría de los migrantes son personas buenas, lanzados a Matamoros por una mente perversa, con una intención escondida más perversa todavía.
Nos toca a nosotros actuar civilizadamente con mucha inteligencia y con una autentica madurez humanitaria, y a quienes se dicen cristianos, verdaderamente serlo porque, se puede deducir, que quien diseñó, implementó y escogió nuestra ciudad para aterrizar este problema justo aquí, lo hizo con la maquiavélica intensión de que fuera de una vigencia indefinida, con unas intensiones aún muy escondidas y que quizá sabremos hasta después de mucho tiempo, y si bien nos va, probablemente necesitaremos que la Casa Blanca la ganen los demócratas para conocer esas razones en este 2020.
Es importante entender que en un café se oyen las cosas más necias y también las mas sublimes. Hay quien ha aprendido todo lo que sabe de filosofía en la mesa de un café, de lo que se deduce que hay quien en la misma mesa pone cátedra amena de los sistemas filosóficos. Hay mentes brillantes de la tribuna o de la prensa que han aprendido en los cafés todo lo que saben.
Hombres de poderosa asimilación ostentan cierto caudal de conocimientos, sin haber abierto un libro, y es que se han apropiado ideas vertidas en esos círculos de diálogo por los estudiosos que se permiten una hora de esparcimiento en reuniones tan amenas y fraternales.
También van sabios a los cafés, también se oyen ahí observaciones elocuentes y llenas de sustancia, exposiciones sintéticas de profundas doctrinas.
No es todo frivolidad, ni anécdotas callejeras y mentiras; el café es como una gran feria en la cual se cambia infinitos productos del pensamiento humano. Claro que dominan las baratijas; pero entre ellas corren a veces, sin que se les vea, joyas de inestimable precio. Y muchas veces los hechos no corresponden a las palabras, como muchas veces lo demuestra la simple observación, esa es una realidad.
Muchos que ahí asisten se contentan con tomar aires de hombre profundo y no se resuelven a soltar el enjambre de ideas que les zumban en el cerebro. Salen de sus casas con la cabeza más aturrullada y los ánimos encendidos.
Surge después cierto afán por la lectura, no en todos, porque se reconoce la ignorancia y la necesidad de entender las ideas de los grandes hombres y los sucesos notables que han sucedido en este mundo.
Después de todas estas dichosas lecturas, se va haciendo en forma gradual un envidiable acopio de argumentos. La lectura es la única forma de ser echado para adelante en los diálogos con quien sea. Es la única, autentica y real forma de no morderse la lengua fuera cual fuese el tema que se trate. Es la forma exclusiva de ser un gran narrador de anécdotas y un audaz de la deducción.
Después de estar cerca del entorno de los migrantes, pareciera que hay quien encuentra ventaja en que la mejor organización de las personas sea la desorganización, que la mejor de las leyes es la que anula todas las leyes humanitarias y el único gobierno serio el que tiene por misión no gobernar nada, dejando que las energías sociales se manifiesten como les de la gana. Como si la anarquía absoluta produjera el orden verdadero.
Las sociedades, es más que obvio, tienen sus edades, como las personas: hay sociedades que están mamando, sociedades que andan a gatas, sociedades pollas, sociedades jóvenes, y por fin, las maduras y dueñas de sí; sociedades con barbas, en una palabra, y también con algunas canas. Espero que Matamoros sea una sociedad madura.
El tiempo hablará.