La Navidad de Jesucristo.

Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Lucas 2:11.

Estamos caminando nuestras vidas en medio de la súbita e inesperada pandemia, ya muy asentada entre nosotros. Como seres humanos que somos y viéndolo desde la perspectiva de la Historia Universal podemos estar relativamente tranquilos de que esta turbulencia existencial no durará para siempre, pues ya ha habido otras en otros años y en otros tiempos. Lo que más nos agobia son los elementos que escapan a nuestro conocimiento, como saber cuántos vamos a morir y a contagiarnos y sobre todo el tiempo que esta adversidad durará.

Hurgando en los recuerdos de mi infancia rescato de mi pasado los momentos en que se nos contaba la historia increíble de la Navidad. Que un niño nacido en Belén de Judea había sido concebido saltándose todos los requerimientos biológicos que en nuestra mente eran indispensables para poder hacerlo.

En mi infancia uno de los elementos indispensables de la educación familiar era la obediencia que en algunas ocasiones me pudo haber parecido una tiranía pero la solventaba cuando, tanto mi padre como mi madre, nos decían la letanía de que en nuestra familia nuclear la democracia no existía, que eso era un concepto que se había inventado un francés sin que hacer llamado Monstesquieu, que servía solo para los gobiernos y no siempre, pero que para efectos familiares no servía ni para tres cacahuates. Yo pensaba para mis adentros con ironía y como hijo rebelde: Viva la monarquía tropicalizada!!!

Así nos educaron y así me gusto. El punto es que inicialmente acepté el milagro de la Navidad, particularmente el nacimiento del Señor y Maestro Jesucristo, más por decreto de mis padres que como producto de un análisis minucioso de la ciencia. Algo que contrastaba con otro elemento de educación sembrado por nuestros padres que es: El pensamiento crítico.

Con el devenir del tiempo quise asomarme más a ese milagro biológico en la que María estaba embarazada sin la intervención de su marido. He entendido que los latinos somos regularmente mal pensados. Pero cuando me entero que los judíos le decían a Jesucristo, por no creer en el milagro, hijo de fornicación termino de entender que en eso de ser cruel con lo que no creemos no es privativo de ninguna raza, es más bien naturaleza humana.

Me imagino a José profundamente enamorado de María, un hombre sin tristezas, ni rencores, ni culpas, limpio como el hielo, que deseaba sencillamente pasar el día con ella vagando por donde se pudiera vagar en aquellos tiempos.

Mi pensamiento crítico a veces no lo es tanto, es más bien un recurso para entender lo poco probable. Creo que cuando José se enteró del embarazo de su mujer trató de retener la realidad que se le escabullía pero su marco de referencia lo hizo querer alejarse de ella; solo una teofanía lo haría regresar. Y regresó con ella.

He aprendido que la ciencia es para darnos certezas y la fe para explicarnos las cosas que la ciencia no puede. También que no todo en la vida puede ser ciencia, hay momentos donde hay que darle lugar al empirismo o a la misma fe.

Concluí que la concepción virginal se acepta por fe, no por ciencia. Hay muchas cosas que la ciencia no puede explicar y no por ello su existencia es nula. Creer en el nacimiento (La Navidad) milagroso de Jesucristo no es para improvisados, ni para quienes al decir que creen resulta solo ser un chispazo que se consume antes de arder.

El hipocorístico Pepe, correspondiente al nombre José, proviene de la forma en que se denominaba en latín al padre legal, que no biológico, de Jesús: Pater Putativus (padre supuesto o tenido por padre). José era eso, el “Padre supuesto” de Jesús; esta forma en latín solía abreviarse como P.P, y de ahí proviene el familiar y muy mentado Pepe.

Querido y dilecto lector, cabe señalar que el libro de Mateo nos menciona en orden descendente las 41 generaciones de la genealogía del Señor y Maestro Jesucristo desde Abraham hasta precisamente Jesús, el supuestamente festejado en esta próxima navidad. Si nos vamos a libro de Lucas, conocido como el médico amado, dicho sea de paso, hoy con la pandemia todos los médicos deberían ser potenciales Lucas, amados por todos nosotros, sus potenciales beneficiarios.

Después de esa pequeña digresión, o liebre narrativa, regreso al evangelio de Lucas, en el cual encontramos otra genealogía del Salvador Jesucristo, en esta ocasión se nos menciona en orden ascendente desde el propio Jesús hasta Adán, 80 generaciones.

La diferencia de los nombres entre una genealogía y otra es que Mateo nos explica la descendencia de José, y Lucas la de María.

La fecha en que conmemoramos la navidad de Jesucristo es incierta. No tenemos la certeza de que haya ocurrido en estos días. El punto es que nació para hacer una labor titánica e incomprensible para las mentes simples o esclavizadas de la ciencia. Feliz Navidad.

El tiempo hablará.

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