De un partido a otro

Si los partidos no cambian, inician el proceso de su autoliquidación. Cuauhtémoc Cárdenas.

La semana pasada fue nota relevante el hecho de que a muchos personajes no militantes de Morena se les vio formar fila para intentar alcanzar una candidatura a diputado local. Eso causó cierta indigestión en la comunidad porque algunos de ellos aun llevan el tufo de su anterior militancia. Se les considera poco serios pero, echando ojo a la historia, esto no tiene nada de extraordinario. No se viola ninguna ley jurídica, pero quizá como dice el mismo AMLO, no es moralmente bien visto.

El mismo AMLO, así como Miguel Ángel Yunes, Rosario Robles, Ricardo Monreal, Neto Robinson, Oscar Luebbert, Daniel Sampayo, Efraín de León, Fabián Vázquez, Antonio Alfaro, Humberto Zolezzi, Omar Masso entre muchos otros, forman parte de la lista de todos los niveles, que llevan en su historia el sello de cambio de partido. Oficializado o no.

Es importante conocer la historia a este respecto y de esa forma señalar que desde la fundación del PRD en 1989, la biografía de los institutos políticos en México está marcada por rupturas de personajes de gran relevancia que se cambian de partido. Es innegable ubicar que el PRD es resultado de una fractura en el PRI y que Morena, como partido, también surge de una migración de militantes del PRD. En ese mismo tenor podemos ubicar también que antes del 89 el PAN ya había sufrido dos grandes divisiones a nivel nacional, aunque la mayoría de los que se fueron, no se incorporó a otro partido.

Querido y dilecto lector, la figura de Porfirio Muñoz Ledo es de las más campechaneadas desde el punto de vista partidista y destaca en la vida política del país tras ocupar varios puestos en secretarías de Estado, además de cargos ejecutivos en diversos partidos políticos. El ilustre e insigne político fue presidente del PRI, además formó parte del grupo que fundó el PRD. En el año 2000 fue candidato a la presidencia por el PARM, sin olvidar que desempeñó funciones como diputado federal plurinominal por el PT y al día de hoy funge como diputado plurinominal por Morena.

Pero no solo en nuestro país tenemos este tipo de personajes camaleónicos; hay dos personajes de la Historia Universal con esa característica como lo son por un lado Winston Churchill de Inglaterra y por el otro Joseph Fouche de Francia. De este último, con magistral descripción el historiador Stefan Zweig en su biografía del Genio tenebroso, menciona que a todos los historiadores franceses la pluma les resume de hiel cuando escriben su nombre. Traidor de nacimiento, miserable, intrigante, de naturaleza escurridiza de reptil, tránsfuga profesional, alma baja de esbirro, abyecto, amoral, de tal forma que en esta hilera de adjetivos calificativos poco favorables, no se le escatiman las injurias y de esta forma se pretende estudiar su carácter, o, por mejor decir, su admirable y persistente falta de carácter.

La Historia arrinconó silenciosamente a este hombre que, en un momento en que se transformaba el mundo, dirigió todos los partidos y fue el único en sobrevivirles y en la lucha psicológica venció a dos personajes de gran calado: Napoleón y Robespierre.

Por su parte, Churchill ganó su primera elección con los conservadores, se cambió de bancada y varios años fue postulado por los liberales y en el periodo de entreguerras volvió al partido conservador, del cual sería presidente.

La historia de los partidos en México está marcada por rupturas de integrantes que cambian de partido. Esta acción que podemos llamar de chapulineo partidista, sucede en todos los países democráticos y podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que es un fenómeno natural en las democracias. La pregunta que débenos hacernos como sociedad es si esto tiene un impacto positivo o negativo.

Gerardo de la Cruz, presidente del PRI en Matamoros, profirió una caterva de calificativos a quienes decidieron abandonar su partido para jugar con MC en las próximas elecciones. La verdad es que los cambios de partido o, incluso, las candidaturas independientes, son válvulas de escape, cuando los métodos de definición de candidatos son inciertos. Debemos entender esa realidad.

No es la primera vez, ni será la última que políticos mexicanos cambian de partido y de ideología. Si observamos con atención, esto ocurre más cuando vienen elecciones o incluso recién terminadas. Un ejemplo actual de ello es Felipe Calderón.

Nos guste o no, después de este análisis podemos deducir que todos los que compiten por una candidatura son elementos completamente equivalentes en su química, acostumbrados a mirar igualmente a un partido que a otro, buscando más que la empatía ideológica, la posibilidad real de seguir vigente. Y por otro lado, pues, dejemos de rasgarnos las vestiduras por tanta metamorfosis partidista, ya que la historia nos demuestra que los recovecos inesperados de la vida, hacen que los políticos encuentren absolutamente natural el cambio de partido. Es característica universal.

El tiempo hablará.

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