Duelo y melancolía de fin de año.

En memoria de Conse Santillán.

La melodía “Que c’est triste Venise”, que entonan en forma por demás magistral el cantante español Julio Iglesias a dúo con el francés Charles Aznavour, nos embulle en una inevitable nostalgia muy parecida a la melancolía que describe Sigmund Freud en su libro “Duelo y Melancolía”. En español se traduce “Venecia sin ti”, en lo personal me quedo con la versión en francés con la que nos acarician el oído ambos cantantes.

Freud es uno de esos personajes que, como muchos de nosotros a la hora de argumentar, queremos dar validez universal a nuestros argumentos y apreciaciones como si fueran la última Coca Cola en el desierto; perdón por el comercial. El medio en el que ando se presta para diálogos con personas de ese perfil. Pero he aprendido en mi vida cotidiana que es parte de la naturaleza humana después de cierta edad asumir que nuestras creencias son la voz de Dios por medio de nuestra humanidad. No me peleo con esas posturas, solo escucho, aprendo y callo; muchas veces también me divierto, en la época de la pos verdad ya nada me extraña.

Me perdí en una digresión; vuelvo al punto. Por el tema del día de los muertos que acabamos de pasar, en el que se conmemora a los seres queridos que se han marchado, no que se haga apología de la muerte como un ser, traigo a colación los sentimientos que de ahí derivan como el duelo, la melancolía y la nostalgia, que pronostico nos invadirán a partir de estas a fecha y hasta fin de año, tengamos cuidado con nuestros familiares o amigos propensos a la tristeza profunda, sugiero que estemos muy cerca de ellos, una visita, una llamada, todo lo que represente aceptación y aprobación que muchas personas necesitan pero no lo piden.

En términos prácticos se trata de estar al tanto de nuestro entorno, aprender a observar y entender que en este mundo hay seres humanos más fuertes que otros, y en ese tenor hay quien necesita muestras de afecto de manera muy explícita, por otro lado, habemos monstruos existenciales que, como buenos o malos anacoretas, nuestras necesidades afectivas son muy mínimas, prácticamente nulas y eso nos puede llevar a lastimar a los del otro bando.

En estos últimos dos meses del 2022 es importante entender las palabras de Sigmund Freud cuando afirmaba que: “La melancolía se singulariza en lo anímico por una desazón profundamente dolida, una cancelación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar, la inhibición de toda productividad y”, hago un especial énfasis en lo siguiente: “una rebaja en el sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y autodenigraciones y se extrema hasta una delirante expectativa de castigo”.

Esta melancolía la podemos ubicar como depresión; no pretendo ocupar el lugar de un especialista en psiquiatría ni mucho menos, pero hay un concepto que se llama empirismo y que cualquiera de nosotros con tres dedos de frente puede ubicar con solo observar, no en todo el mundo, pero al menos en los seres cercanos a nosotros, amigos o familiares. Tomémoslo como una responsabilidad social.

Querido y dilecto lector, esta columna va dirigida a los fuertes de ánimo; en el comienzo de noviembre hemos iniciado el camino cronológico que nos llevará a los días nostálgicos del fin de año, fecha que tradicionalmente las personas necesitadas de afecto toman decisiones drásticas, nos toca dirigir nuestra atención con sumo cuidado para que de nuestra boca solo fluyan palabras positivas.

Hoy, más que nunca, cuidado con nuestros pensamientos, pues estos se convierten en palabras, cuidado con nuestras palabras, pues estas se convierten en acciones, y cuidado con nuestras acciones pues estas son nuestro destino y muchas veces el destino de nuestros seres queridos.

Para ciertas personas hay duelos pesarosos, su reacción frente a alguna pérdida, cualquiera que esta sea, contiene idéntico talante dolido y lo puede llevar a la pérdida del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de escoger alguna nueva razón para vivir o un nuevo camino de la vida que nos permita reinventarnos para seguir lidiando con esta vida llena de retos.

Sesudo lector, entendamos dos puntos de suma relevancia que nos comenta Freud y es que “en el duelo, el mundo se ha hecho pobre y vacío; pero en la melancolía de nuestros seres amados, eso le ocurre al “yo” mismo. La persona triste nos describe a su yo como indigno, estéril y moralmente despreciable; se hace reproches, se denigra y espera repulsión y castigo. Se humilla ante todos los demás y conmisera a cada uno de sus familiares por tener lazos con una persona tan indigna”. No dejemos solos a nuestra gente en estos días de fin de año.

El tiempo hablará.

Mas Noticias:
Leer más