El Photoshop en campaña

La moraleja de la presente columna podemos catalogarla con un adjetivo calificativo muy rimbombante: inane es la palabra cuyo significado tiene que ver con todo aquello que es vano o inútil; vanidad de vanidades, todo es vanidad, decía el rey Salomón en el libro de Eclesiastés.

Esto me lleva obligadamente a recordar aquella escena mítica de la película “El Abogado del Diablo”, en la que Al Pacino, que protagoniza magistralmente a John Milton, el demoníaco socio de uno de los despachos jurídicos más importantes de Nueva York, le dice con un aire de sobrada autosuficiencia a su contratación estrella, Keanu Reeves en el papel del novato abogado Kevin Lomax la siguiente frase lapidaria: “Vanidad, definitivamente, mi pecado favorito”.

Es imposible no atraer esa frase estos días ante el patético desfile de mantas de candidatos a diversos puestos de elección popular que aparecen en los rincones más insospechados de Tamaulipas para mostrarse como salvadores de nuestro Estado. Después de ver el abuso del Photoshop de algunos de ellos, podríamos afirmar que la irrupción de un payaso inteligente hasta podría resultar graciosa para incomodar, romper el hielo o el acartonamiento de muchos candidatos, pero cuando salen en comparsa haciendo uso desmesurado del maquillaje que ofrece el mencionado Photoshop lo que tenemos es un circo y no una elección.

Viene a mi mente la impactante fealdad de Sócrates, quien según se dice, era de baja estatura, nariz chata y barriga imponente. Jantipa, su esposa, jamás imaginó que en otra era, mucho después de la que les tocó vivir, habría un mecanismo para hacerlo más guapo o mercadológicamente más presentable.

Sin pretender hacer una columna, como dicen los españoles, a vuelapluma, es decir a las carreras, debo mencionar que me he quedado sustancialmente sorprendido al ver el enorme abuso que hoy en día pueden hacer los candidatos para eliminar “por decreto” algunas de sus imperfecciones.

Es importante mencionar que muy pocos sabemos sentir el calor y la presión de una realidad tan infatigable como lo es el aceptar la propia fealdad, o para ser un poco más eufemístico, las pequeñas imperfecciones que nos heredaron los genes que nos conforman la existencia. Para eso existe hoy un instrumento para engañar al ojo humano que no nos conoce en persona, se llama Photoshop.

Dicha herramienta es un editor gráfico que es usado principalmente para el retoque de fotografías y gráficos, fue creado en 1986 por los hermanos Thomas Knoll y John Knoll, quienes dos años después, en 1989, lo vendieron a Adobe Systems.

Gracias a este invento, puedo decir que los hermanos Knoll me dejan vislumbrar o inferir el vertiginoso mundo de los procesos electorales como un solitario y lúcido espectador de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso, sin dejar de mencionar que las mantas, con las respectivas fotos de algunos candidatos y candidatas, me abruman con feroz esplendor la imaginación, pues tengo que andar adivinando quién es la persona en dicha impresión.

Ya lo he dicho en otras ocasiones sin pudor alguno, soy afecto a una dosis de morbo con ciertas incurables limitaciones, y como eterno prisionero de mis prejuicios me gusta observar las fotografías maquilladas y al mismo tiempo ser testigo mudo de las enormes diferencias entre el fotografiado o la fotografiada y la escurridiza realidad que finalmente nos alcanza.

Esa rapsodia de imágenes inconexas, entre la muestra gráfica y las y los candidatos aludidos, es una proyección más de lo que mi amigo Ernesto Parga llamaría Kafkalandia, es decir, el mundo de lo absurdo. Tal parece que quienes contienden en este proceso electoral están diciendo al electorado: “Véanme en esa manta, un remedo de mí, no soy yo, pero voten por mí”.

Querido y dilecto lector, vale más una imagen auténtica de la persona, que un engaño gráfico; sabiendo que todo se propala en un pueblo chico, podemos deducir que el uso excesivo del Photoshop es un mal augurio, pues qué se puede esperar de alguien que desde inicio ya nos está engañando, nomás tantito. Observemos las mantas y en algo tan simple hagamos las deducciones.

El tiempo hablará.

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