El Flamante Embajador: Christopher Landau.

Siempre se ha sabido que una forma de calibrar a alguien es considerar quienes son sus amigos. En alguna ocasión leí al español Baltazar Gracián afirmar lo siguiente: “Que singular grandeza es servirse de los sabios”. Para tener talante de grande, hay que convivir con grandes. Estas frases napoleónicas es indispensable ponerlas en el léxico y en las circunstancias de nuestros jóvenes en Matamoros.

Pero no se trata solo de sembrar palabras en el subconsciente de ellos. Estamos obligados a enmarcar como históricas ciertas visitas a nuestra comunidad. Es el caso que nos ocupa del flamante embajador de los EU en México, Christopher Landau (CL). No es un artista de oropel. Es un personaje que ocupa un puesto que contiene una sustancia histórica invaluable.

Y en ese tenor es de suma importancia rosarse con ciertos personajes no tanto para conocerlos sino para confirmarlos. Llegar a ellos con documentación previa que nos permitan tratarlos con lo que han sido hasta el momento de tenerlos cerca. Ese es el caso de CL. Lo tuvimos en Matamoros y pudimos contextualizarlo en su esencia y en su historia.

Me quedo gratamente conmovido en medio de estos superficiales tiempos de la selfie en la que las personas baratas con éxitos vanos pretenden pasar como grandes personajes. En tiempos de la Roma antigua, que un Procónsul llegara a cierta comunidad era cuestión de júbilo. En la bendita ciudad de Matamoros, que nos vio nacer, tuvimos el enorme placer de recibir a un personaje de dimensión internacional excepcional. Me refiero a quien desempeña la representación de los EU en nuestro país.

El Señor Christopher Landau, nacido en Madrid el 13 de noviembre de 1963, está por cumplir años, es un abogado egresado de Harvard y cursó Estudios Latinoamericanos en la universidad; heredó de su padre la vocación diplomática, pues fue funcionario del servicio exterior de los EU en Chile, Paraguay y Venezuela.

Querido y dilecto lector, precisamente por el trabajo del padre de CL, un exfuncionario de Servicio Exterior estadounidense, vivió en Canadá, Paraguay, Chile, Venezuela y, por la misma razón, fue que nació en España. Domina muy bien el idioma español.

Un dato de mucha relevancia es que el embajador Landau se graduó “summa cum laude”, es decir, primero en su clase, una expresión para indicar el nivel de rendimiento académico con el que se ha obtenido un grado académico universitario máximo, usualmente el doctorado; todo esto en la universidad de Harvard, donde recibió un certificado en Estudios Latinoamericanos y escribió una tesis doctoral premiada sobre las relaciones de Estados Unidos con Venezuela en la década de 1940.

El flamante embajador, al igual que uno de sus antecesores, Tony Garza, no cuenta con experiencia diplomática, quizá eso es lo que lo hace tan encantador, sin embargo, cursó estudios sobre América Latina en la misma Harvard y habla poéticamente el español, habilidad que adquirió, en parte, gracias al trabajo de su padre, mi tocayo, George Landau, quien fue embajador en los países ya mencionados de Latinoamérica.

¿Por qué poner énfasis en esta visita? CL es una puerta o ventana interesante para que los matamorenses nos asomemos a otra perspectiva de vida. Es una visita que establece territorios en la historia de nuestra ciudad de mucha mayor relevancia que otras anteriores visitas, y con un poquito de idealismo podemos afirmar que hasta orienta vocaciones.

Estuvo en la inauguración del FIO junto con nuestro alcalde Mario López y su esposa Marsella Huerta de López, donde un 17 de octubre de 2019, en la plaza principal “Miguel Hidalgo”, la luz del día se fue diluyendo en forma gradual y permitió que la obscuridad de la noche se adueñara de todo, y fue entonces que arribó a nuestra plaza principal el flamante embajador, así le gusta que le digan, de los EU en México, CL.

Quedó plasmada su visita en el libro de los visitantes distinguidos. Ahí estuvieron en el escenario el propio alcalde y el presidente actual del patronato del FIO, mi entusiasta buen amigo Edgar Tovar. También estuvimos de testigos muchos matamorenses.

Debo confesar, a riesgo de proyectarme muy romántico, que en esta aludida articulación de nuestra historia, una grata sensación de sentido de pertenencia me invadió, no sé si en el alma o en el corazón, pero estaba contento de ese momento que pudiera adjetivar como históricamente apoteósico, una especie de súmmum en nuestro municipio, hoy ando escandalosa y chocantemente académico; el poeta que me habita quiere proyectarse diciendo que fue un momento en la eternidad de Matamoros, después de todo no se tiene muy seguido de visita al embajador de la nación más poderosa del mundo, quien conoció la mágica monotonía entre el cielo y el mar de Matamoros.

En la época de la Revolución tuvimos al tristemente célebre embajador Henry Lane Wilson. Otra época, otros tiempos. Gracias flamante embajador Christopher Landau por haber tocado la orilla del río Bravo que enmarca a nuestra ciudad. Regrese pronto.

El tiempo hablará.

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