Dos periodistas diferentes.

El 2020 inició con una dinámica muy activa, el día del periodista, 4 de enero, con sendos eventos para celebrar a quienes se dedican a esta noble labor que implica comunicar a otros. Ante diferentes asociaciones el alcalde de Matamoros, Mario López tuvo la gentileza de asistir y expresar sus buenos deseos para todo el gremio, acción que se le agradece.

En esa espiral de actividades el día de ayer, Matamoros se ha visto beneficiado con el inicio de la remodelación de dos avenidas que prácticamente usamos todos los matamorenses, la Av. Lauro Villar y la Av. Diagonal Cuauhtémoc, dos acciones que no van a requerir de mucha publicidad pues el uso cotidiano y casi generalizado de la comunidad dará cuenta de estas obras.

Tuve la oportunidad de estar en la plaza principal de Matamoros donde atestigüe la entrega a muchas familias de Matamoros por parte del alcalde y su esposa Marsella, de la rosca de reyes; el muy mexicano verbo chopear estuvo muy activo anoche en muchos hogares de la localidad.

Por otro lado debo comentar que en los días de fin de año me aboque a la lectura de dos autores que aluden en sus respectivos libros a la tarea del periodismo, Enrique Serna con “El Vendedor de silencio” y Julio Verne con “Claudio Bombarnac”.

El primero es un relato de la vida del periodista Carlos Denegri; no espere encontrar el idealismo del periodismo, más bien es una descripción de eventos en la que se describe la cruda realidad de esta actividad en los sexenios de Lázaro Cárdenas hasta Luis Echeverría. El cinismo de un periodista con mucho poder, quien sabía acercarse a los presidentes en turno.

Seguía al Tren Olivo de Cárdenas en sus giras por la República. Supo tener buenas relaciones con el presidente Manuel Ávila Camacho y el clímax de su carrera como comunicador fue precisamente con el presidente Miguel Alemán con quien podía decir que tenía una gran amistad que se originó por haberle gestionado una portada muy halagüeña en la revista “Time” que lo puso en los cuernos de la luna y en el camino franco a la silla presidencial.

El libro proyecta que el periodista Carlos Denegri conocía a la perfección las cañerías del sistema, asumía con mucho pragmatismo que, tan importante como halagar a los poderosos era refrendar el pacto con la clase media conservadora que lo había erigido en líder de opinión. Los presidentes eran intocables, pero de ahí para abajo todos eran blancos de columnas editoriales a quienes chantajeaba y sangraba para hacer su fortuna.

Aprendió muy bien de Salvador Novo, quien fue secretario particular de su padrastro, Carlos Denegri, de quien heredo el apellido. De Salvador Novo decía que era una delicia trabajar con un cronista superdotado para la ironía, que deslizaba entre líneas malévolas insinuaciones y ridiculizaba a los políticos más representativos del régimen con una gracia que los desarmaba de antemano.

Denegri se benefició de la crisis de un periodismo maniatado y al mismo tiempo transforma en poderío e impunidad sus habilidades para crónica y reportaje. A la mayoría de los protagonistas sociales y políticos de su época de inicio les decía: Con las igualas me pagas los elogios, pero mí silencio te sale gratis, y con el paso del tiempo aprendió a cobrar sus silencios.

Llegó a la desvergonzada y quizá real conclusión de que en la política y el periodismo, en un contexto de la lucha por el poder y el dinero solo juegan limpio los perdedores.

Le indigestaban las personas a quienes catalogaba sin cultura, los llamaba castrados mentales y en la lucha de egos atrincherados procuraba tener rivales de altura, siempre les ganaba, hasta que se topó con la horma de su zapato llamado Luis Echeverría, pues en esa ocasión su apuesta para la grande fue con nuestro paisano perdedor, Emilio Martínez Manautou.

La novela de Julio Verne aludida es la narración de un viaje por el Asia Central de, precisamente Claudio Bombarnac, un corresponsal de El Siglo XX que encuentra en todo su viaje materia para una crónica. Acompañado de una masa heterogénea de viajeros de diversas nacionalidades que le sirvió al protagonista periodista para perderse por el laberinto de esencias de una población ampliamente cosmopolita, como todo un buen ciudadano del mundo, que debe ser todo aquel que se dedique al periodismo.

De este personaje de Verne, contrario a lo negativo de Denegri, aprendemos los detalles en la actividad periodística, quien afirma que un corresponsal que no precisa, es como el geómetra que descuida llevar sus cálculos hasta la décima decimal. Claudio Bombarnac usa sus presentimientos para llegar a la crónica que seducirá a los lectores del Siglo XX.

Procura en todo momento indagar con la mirada, husmea la crónica periodística en donde sea que pone sus ojos. Afirma que el periodismo tiene más de lírico que de lógico y que la nota estelar puede brotar en cualquier momento y en cualquier lugar.

Dos lecturas altamente recomendables para este 2020, pues ojos que no leen, corazón que no siente.

El tiempo hablará.

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