Sesudo lector, pedirle a “Alexa” que ponga música de Serguéi Rajmáninov es una delicia excepcional para los oídos. Música que al igual que las actividades deportivas nos hace secretar un catártico nivel de oxitocina que contribuye a nuestra estabilidad emocional. Debo mencionar que la columna de hoy surge después de un intenso diálogo con mi hija Monserrat respecto a la inteligencia emocional, tan simple como tener que aplicar la inteligencia en las emociones para que estas no nos dominen, después de todo, lo que uno como padre quiere, no es que los hijos no sufran, sino que de darse el caso lo sepan gestionar óptimamente.
Comenzaré por decir que a finales del siglo 19 este joven y brillantísimo compositor ruso, Serguéi Rajmáninov tenía todo para convertirse en el sucesor de su idolatrado Pedro Ilich Chaikovski, pero un fracaso mal gestionado en el estreno de su primera sinfonía lo sumió en una profunda tristeza que lo inmovilizó por completo; hoy a esa tristeza se le llama depresión.
A mi hija le dije que hablar de salud mental en aquella época era un tabú aún más grande de lo que lo es hoy en día, pero Rajmáninov tuvo un detalle, confió de manera ciega y valiente en un terapeuta, llamémoslo asesor ilustrado, el cual consiguió que el genio ruso se recuperase y pudiera componer alguna de las melodías más hermosas de la historia.
Es importante ubicar la trascendencia de la figura de Serguéi Rajmáninov, quien tuvo el valor de confesar que lo suyo no era un problema físico sino mental; lo increíble es que aún en nuestros días, en que la pena es un sentimiento inútil y que hay filosofías de vida que deberían de darnos vergüenza, nos cuesta trabajo reconocer o aceptar los problemas mentales.
Del caso de Rajmáninov aprendemos que por increíble que parezca, los mismos genios padecen esta situación, ya que ser excelso, excelente o demasiado bueno en algo puede llevar a cualquier persona a tener poca tolerancia a la frustración y por ello a sufrir más en un fracaso. Naturaleza humana, los talentosos a veces gestionan muy severamente su mundo interior precisamente por ser muy buenos, como el caso del compositor ruso.
Querido y dilecto lector, pretendiendo educar a mi hija Monserrat le puntualicé que los profesionistas de altura que están muy expuestos, de quienes la gente espera mucho, cada uno en su nivel pueden sufrir un poco más en función de detectar sus frustraciones. Es importante cuidar nuestra mente, nuestro cuerpo y las palabras que gravitan cerca de nosotros. Evite a las personas tóxicas. Sepa ubicarlas y sepa torearlas.
En un mundo intoxicado de cortisol, que es la hormona del estrés, del caos, de la incertidumbre y del miedo; se dice que ahora más que nunca los seres humanos estamos viviendo un momento de mucho cortisol y por esa misma razón hay que buscar mecanismos para que baje, frente a este flagelo tenemos la maravilla de la oxitocina, hay quien la conoce como la hormona de la felicidad, es también el signo bioquímico de la empatía.
Los seres humanos que saben generar oxitocina son conocidos como las “personas vitamina” que debemos tener siempre cerca. Saben escuchar y saben callar y sus palabras o silencios nunca son una grosería o descortesía y de esa forma saben hacer sentir especial a quien se les pone enfrente. Por otro lado, hay que saber que el cortisol se segrega fundamentalmente en momentos de alerta o amenaza. Es el miedo que nos cuida, solo que, si la alerta que nos pone está fuera de la realidad nos hará perder buenas opciones de vida. Diría el apóstol Pablo: “Bienaventurado aquel que no se condena a sí mismo en lo que aprueba”.
Me agobian mis miedos, más cuando sé que el 91.4% de las cosas que nos preocupan nunca suceden, pero están en nuestra cabeza y por esa razón activan nuestro estado de alerta y comenzamos a generar cortisol, y este nos invade y termina por guiar nuestras decisiones. No está mal sentir miedo, pero hay que verificar si son producto de nuestros fantasmas o nuestras realidades.
También le dije a mi hija que hay personas adictas al cortisol o a la oxitocina, personas excesivamente pesimistas saturadas de cortisol o excesivamente optimistas saturadas de oxitocina en los micros o macros momentos de nuestras vidas y en función de esto quiero que entienda que la mente y el cuerpo no distinguen una amenaza real de una imaginaria. Ante algo físico que sucede en la vida, o ante una suposición que solo existe en nuestra mente, el organismo reacciona de forma muy similar y algo sumamente importante, conocer cómo funciona la mente ante los distintos avatares de la vida ayuda a no sentirnos desconcertados cuando nuestro mundo emocional se tambalea.
Fue lo que entendió oportunamente Rajmáninov y lo levantó de su depresión. Contó con dos poderosas herramientas, su voluntad y su inteligencia para gestionar sus impulsos y sus tendencias. Le dije a mi hija que su voluntad es la joya de la corona de su conducta, pues una persona con voluntad llega más lejos que una persona inteligente y ella decide lo que acepta e integra en su vida. Ese fue mi diálogo con la niña de mis ojos.
El tiempo hablará.