Adrián Gallardo Landeros. Historias de Matamoros.

El día de ayer tuve la grata oportunidad de comunicarme con un muy distinguido matamorense por adopción y decisión, Adrián Gallardo Landeros; el enlace lo hizo un amigo en común, el profesor Humberto Reyna, por medio de quien me envió una buena cantidad de libros que estaremos regalando a la gente de nuestra ciudad por medio del programa de radio “Locuras Cuerdas”.

Este breve diálogo con Adrián fue como evocar un glorioso pasado de juventud en aquellos años en que nos rodeaba por los cuatro costados un siempre renovado coraje por vivir la vida y poder enfrentar los problemas del futuro. Éramos más sueños que realidades, aún no estábamos provistos del paracaídas que da la experiencia y la reflexión.

Era septiembre de 1980 en la preparatoria Juan José de la Garza, turno matutino, yo estaba en 1º “D” en la planta alta del edificio del ala norte de ese centro educativo de nivel medio superior; pasó todo un mes para romper el hielo y conocer a los nuevos compañeros, veníamos recién desempacados de la escuela secundaria. En octubre del mismo año iniciaron las campañas para la mesa directiva y fue el momento justo cuando los estudiantes de segundo y tercer año comenzaron a moverse para elegir al nuevo presidente de la sociedad de alumnos.

Fue cuando ese joven de piel blanca y esos lentes que configuraban su rostro como si fueran parte inherente de su fisonomía, se me acercó para convencerme de su postura política, y por no sé qué razón o motivo caí en las redes de la fluidez de su discurso juvenil, que a mi corta edad me pareció ingenioso, agudo y que sus palabras tenían a raudales tanta sal como candor. Él representaba a la planilla negra, los del otro bando eran los de la planilla verde. Desde ese momento, gracias a la labor persuasiva de Adrián Gallardo fui un fiel seguidor de los estudiantes identificados con el color negro.

A Adrián, como decía Miguel de Unamuno de sí mismo con respecto a Bilbao, lo nacieron por accidente el 2 de julio de 1964, en el Hospital General Regional Número 1 del IMSS, Dr. Carlos MacGregor, en la Ciudad de México; tanto su hermana como sus dos sus hermanos nacieron en Matamoros y por la fuerza de la inercia familiar asumió desde pequeño que éste era su terruño y el eje central de su geografía existencial, su punto de llegada y quizá su punto de partida para desde aquí catapultarse a niveles donde pocos matamorenses han llegado.

Hijos de Onésimo Gallardo Treviño, nacido en Tampico, y de María Teresa Landeros Pumarejo, nieta de Félix Pumarejo y sobrina nieta del Doctor Alfredo Pumarejo. Sin duda, las raíces de Adrián Gallardo son de gran prosapia histórica, la cual abordaremos en un futuro no muy lejano.

Después de la preparatoria, Adrián continuó sus estudios en la Facultad de Economía del Tecnológico de Monterrey, habiéndolos concluido se fue a la capital de nuestro país para incorporarse a la política de altos vuelos, desde donde siempre mantuvo contacto con su amado terruño Matamoros. Comenzó a trabajar como asesor económico de Luis Donaldo Colosio Murrieta, entonces (julio de 1986) presidente de la Comisión de Programación, Presupuesto y Cuenta Pública de la Cámara de Diputados.

Tuvo verdadera cercanía con protagonistas relevantes de la política nacional, el más emblemático de todos ellos fue, precisamente, Luis Donaldo Colosio Murrieta, que, al haber llegado a ser el candidato a la presidencia de la República, todos quienes conocíamos a Adrián le pronosticamos un futuro muy envidiable. La historia y el destino tenían otros caminos que se fueron develando y cambiaron el rumbo, no solo de la vida de Adrián, sino de todo México.

Querido y dilecto lector, fue tal la cercanía de Adrián con Colosio que un sábado de 1987, cuando salieron de trabajar en la cámara de diputados, le ofreció un aventón a su casa. Ya en el trayecto Colosio le dijo: “¿Cómo ves si nos echamos unos tacos?”; y Adrián con una alegre resignación le dijo: “Pues vamos”.

Fueron a la taquería El Caminero que está en la calle De La Fragua, muy cerca de donde era la CNOP. Como buenos norteños pidieron tacos de arrachera y durante la opípara taquiza Colosio abrió su corazón y dijo en tono melancólico: “Fíjate Adrián que cuando estaba a punto de entrar al Tec de Monterrey, hubo una crecida del Río y el agua arrasó los cultivos y los animales de ganadería de mi padre en Magdalena de Kino. Estuve a punto de quedarme sin la opción de ir a Monterrey porque atravesamos una situación económica muy difícil en la familia”. En ese momento de su narrativa Colosio suspiró y mirando al horizonte lejano dijo con profunda nostalgia: “De alguna forma las cosas se acomodaron y finalmente me pude instalar en Monterrey, donde además de estudiar pude trabajar de prefecto en la residencia de estudiantes. Y mírame, aquí estoy”.

El tiempo hablará.

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