Voces que claman en el desierto.

Perdón que caiga en los linderos del nepotismo para partir de un evento estrictamente familiar y desarrollar la presente columna, la cual el día de hoy no tendrá absolutamente nada que ver con política sino con cuestiones de familia, a las que el escritor regiomontano Alfonso Reyes se refería como “mi piso firme, mi punto de partida y mi punto de llegada”. Te comparto que esta semana recibí la llamada de mi hija adolescente para plantearme sus dudas existenciales propias de la edad. A sus catorce años y como buena posmilenial tiene su cabeza cargada de mucha información que yo a su edad no tenía. De hecho a esa edad aun jugaba yo a los policías y ladrones en la versión que los policías ganaban. Una edad en la que el futuro, en teoría, es denso y amplio y lo vivido no da para tener todas las respuestas que fustigan la corta existencia.

Sesudo y exigente lector, si me pides mi título y cédula de psicólogo yo te mostraré mis reiteradas preocupaciones por mis hijos que son el empaque lírico de mis conocimientos en la materia y que van conformando un sentido común que se convierte en tu fuente de información y tu biblioteca de vida, para acudir cuando tus hijos te muestran, cuando crees ya saberlo todo, que no sabes nada. Bendita teoría de Fernando Savater cuando alude a la “Neotemia”, que se refiere a la obligación de nosotros los adultos para hacer que nuestras neuronas estén siempre dispuestas a asimilar la información inteligente que podemos catalogar como nueva, aun aquella que va en contra de cómo hemos sido preponderantemente configurados. Personalmente me sucede con el caso de la marihuana en la que mi información recopilada a lo largo de mi vida me llevaría a descalificar la propuesta de despenalización, pero aplicando la “Neotemia” permito que nuevos conocimientos entren en mi cerebro y entonces hago ajustes en mi percepción del tema. Lo ideal sería no fumar nada, pero como somos seres humanos pues irremediablemente se le meterá algo a los pulmones y en ese caso, después de investigar creo que deberíamos escandalizarnos más con quienes fuman tabaco. Ya prolongue mucho la digresión, regreso al tema original de los problemas existenciales de mi hija.

Querido y dilecto lector, Últimamente he sabido de casos de adolescentes o jóvenes con altas capacidades con depresión, malestar emocional general, ansiedad. Algunos casos son adultos que tuvieron ese mismo malestar durante su adolescencia. Hay quienes lo siguen arrastrando desde entonces.

Mi ignorancia evidente y mi amor por mi hija me llevo a recopilar información y encontré conceptos como: desarrollo precoz, las chicas suelen tener la mayoría buenos resultados académicos, les gusta aprender, profundizar sin la madurez suficiente para aterrizar conclusiones optimas, algunas han sufrido bullying en la escuela, son muy sensibles, odian las injusticias con el típico sentido de impotencia por no poder resolverlas.

En el anhelo paterno de ser el puerto existencial seguro de mi hija, cuando las procelosas aguas de los conflictos existenciales golpean la barca de su vida, encuentro que es un malestar o angustia general, y a la vez, profundo. Los que supuestamente saben dicen que es «depresión existencial». Aunque no es una depresión desde el punto de vista psicopatológico. Mi hija no está a punto del colapso, pero creo que si no se interviniera, a lo mejor sí podría acabar en una depresión. A veces es una crisis de la que se puede salir fortalecido o un cuestionamiento filosófico permanente. Me encanta la idea de tener una hija con propensión precoz a los cuestionamientos filosóficos. El punto es que un exceso de información a una edad inapropiada sin una cercanía paterna que dimensione “los conflictos”, puede traducirse gradual e imperceptiblemente en una tragedia. Algo muy parecido al “enemigo silencioso” como se le conoce a la presión arterial alta, si no te checas, cuando se manifiesta puede ser irreversible.

Este posible enemigo silencioso que es la depresión existencial de nuestros hijos adolescentes se refiere a una percepción de la vida, a los pensamientos sobre el mundo y su lugar en él. Son jóvenes que se caracterizan por una gran intensidad, son sensibles e idealistas. Pueden ver las inconsistencias de sus padres y en ese tenor pueden verse a sí mismos como una insignificancia e inútiles para solucionar los problemas, ya que son capaces de ver la magnitud de todo.

La verdad es que quisiera ahorrarle esta etapa a mi hija en la que aparecen preguntas sobre la muerte, la libertad, la soledad, la falta de sentido, pero me queda claro que ella necesita ponderar, cuestionar, analizar, reflexionar aun y que se sienta abrumada por toda la información que internet abona en su cabezas.

El espacio se termina, estemos atentos de nuestros hijos omitiendo los monólogos paternos y brindándoles auténticos diálogos donde ellos nos escuchen pero también que puedan expresarse sin experimentar la sensación de estar en un juicio sumario sino más bien frente a un coach que les da brújula, dirección y sentido a su aun corta vida.

El tiempo hablará.

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