La ventana de Johari.

Aun en el fondo del abismo nacen las flores. Balzac.

Nunca escribo para el aplauso. A veces hay temas que, amen de ser complicados de abordar, son poco populares y la consecuencia inevitable es la andanada de críticas y coscorrones que me llevo por haber escrito en cierto sentido o en otro. La satisfacción que al final queda es para mí egoteca, después de todo hay un efecto que las letras producen en quien me lee.

Por otro lado debo reconocer que las citas de los grandes autores me parecen emboscadas sospechosas pues pudieran ser un cascabel de gato a mi alma de escritor y que riesgosamente pueden determinar el tras fondo de mi escrito, sabiendo que se puede ser buen escritor, pero nunca serás muy bueno sino conoces a los clásicos rusos y franceses.

Me gusta su claridad de juicio y la precisión de su lenguaje y obvio decir que esa es mi máxima aspiración como escritor, como el columnista que soy y que a veces me pierdo en digresiones que me hacen perder el sentido original de mi escrito. Tengo una vocación para equivocarme sin el menor de los empachos.

El punto es, después de esta larga introducción, decirte querido y dilecto lector, siempre que comento algún punto que no tiene que ver con política, y está empatado más con la vida cotidiana, pareciera que a mis pocos lectores les gusta más que cuando abordo el tema político.

Hoy quiero comentar de un tema que a mí en lo personal me resuelve sustancialmente en el día a día, el trato con los demás. Tiene que ver con la Ventana de Johari, una herramienta de psicología que aprendí en mi paso por la universidad y que acabo con mi inseguridad galopante en mis procesos de interacción humana.

Este modelo de análisis iluminó mis procesos de comunicación imperfecta y me ayudo a analizar la dinámica de mis relaciones personales, también imperfectas. Me ayuda a ilustrar mi existencia de cómo me ven los “otros”, y cómo me veo “yo».

La teoría me pareció muy novedosa cuando la conocí, me sentí como Cristóbal Colón cuando llego a América, me ayudó a ubicarme en el trato interpersonal, que está dividido en cuatro áreas cuadrantes, definidas por la información que de nosotros se transmite. Y nos ayudará a desarrollar una inteligencia que podremos catalogar de excesiva, y nos dará información que nos ayudará sin reservas para ser feliz y hacer felices a los demás.

El primer cuadrante es donde se ubica la coincidencia de lo que yo conozco de mí y los otros conocen de mí. Es la historia de mi mismo que yo conozco y que los demás también conocen. Se le denomina área libre.

El segundo cuadrante es lo que yo conozco de mí pero es desconocido por los otros. No necesariamente es hipocresía, son las cosas muy personales de cada quien que no tienen que ser conocidas por el mundo entero, se llama, desde nuestro punto de visa, privacidad. Siempre existirá algo de los otros que desconozcamos y siempre los otros desconocerán algo de nosotros, invariablemente. Se le denomina área oculta.

El tercer cuadrante se pone candente desde el punto de vista del multicitado morbo. Tiene que ver con lo que los otros conocen de mi pero que yo desconozco. Siempre existirá algo que los demás conocen de nosotros y no lo sabemos. Puede conocerse como secreto. En el peor de los casos puede ser un engaño conyugal, y en el mejor de las historias, algún talento nuestro latente para otros pero desconocido para nosotros. Se le denomina área ciega.

Y el último cuadrante tiene que ver con lo que yo y los otros desconocemos de mí mismo. Puede ser desconocimiento o puede ser ignorancia. Podemos traer a cuestas alguna enfermedad que nadie, ni nosotros, sabemos que la tenemos. Se le denomina área desconocida.

La ventana de Johari me sirvió para evitar agobios existenciales, pues de manera inconsciente queremos saber todo lo que nos atañe, pero la ciencia nos dice que siempre habrá algo que no sabremos de nosotros mismos. La vida tiene sus ritmos y hay que acatarlos y rescatar de ellos lo más óptimo de lo que nos haya tocado vivir.

Hay una melodía que nos aconseja que acatemos dócilmente los consejos que llegan con el paso de los años; la ventana de Johari nos ayuda a entender nítidamente que nunca la vida es como queremos que sea y que simple y sencillamente será como es y cómo tiene que ser.

Conozca de Usted lo que tiene que conocer y conozca de los demás todo aquello que no sea intromisión ofensiva para ellos. Por muy ducho que Usted se sienta, siempre habrá algo que desconozca. Todos somos ignorantes, solo que unos ignoramos unas cosas y otros otras.

El tiempo hablará.

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