La Dramaturgia. Niños jugando a ser felices.

Debemos reconocer el carácter terapéutico y motivador del amor de los verdaderos maestros. Fernando Savater.

Estamos entrando al mes de noviembre y en la frontera comenzamos a disfrutar el horario de Dios, el original, la medida del tiempo que se adapta a lo que se nos acomodaba en nuestra niñez y por eso es una referencia obligada. La luz matinal aparece justo cuando nuestro subconsciente está programado para que aparezca.

Acúsame de lo que quieras estimado lector, pero a mí me va mucho mejor en todas las estructuras mentales y psicológicas de mi vida con este horario. Mi reloj biológico no se siente violado por el ritmo de tiempo que nos ponen a fuercitas los arquitectos de la economía mundial. Recuerdo en mi infancia a mi padre que toda su vida trabajo como ingeniero civil en los EU, que se me hacía tan común que durante un periodo del año llegaba después de las 5:00 PM, y en primavera-Verano después de las 4:00 PM.

Mi mente pueril no entendía el por qué de esa variación en el horario, simplemente me dedicaba a vivir mi infancia y era plenamente feliz. Asumía que los problemas no existían y me dedicaba a vivir el presente como si no hubiera más.

Eso fue de lo que pude ser testigo ayer en el Teatro de la Reforma en Matamoros con un mar de niños de las primarias “Rodolfo Torre Cantú” y “General Lauro Villar” en el marco de la inauguración del Festival “Dramaturgia Matamoros”. Donde lo de menos eran las personalidades y las autoridades que avalaban dicho evento.

El día de hoy, inspirado por el espíritu y alma infantil, trataré más que nunca ser un cronista de pluma, (O más puntualmente, de tecla) fluida, caudalosa, inagotable, para estar siempre dispuesto a correr sobre las cuartillas, dejando en ellas un reguero de ideas positivas y frases intencionadas que sirvan de algo para quienes pongan sus ojos en estas letras.

Lo verdaderamente fascinante era ver a los niños exuberantes, efusivos y muy sociales. Algo muy grandioso para ellos en medio de la simpleza de un traslado del entorno de su rutina, a la máxima casa de la cultura de su ciudad. Para la mayoría de ellos este pequeño traslado era toda una aventura equiparable a “La vuelta al mundo en 80 días”.

Fui testigo de su efusividad. Lo que hacen sus maestros y maestras es sembrar la semilla de la cultura en un espíritu infantil que todo lo devora con avidez. Desde el traslado hasta la estancia misma en el teatro con la emotiva expectativa que para ellos genera un lugar nuevo que en su mente, a su temprana edad le inspira respeto.

El efecto que provoca en la generalidad de los niños el reverberante anuncio de la voz diciendo: “Esta es la primera llamada, primera llamada, primera”. Porque lo vi lo puedo certificar. Para un adulto es parte de su rutina cultural. Para esos niños de ayer era como escuchar la voz de Darth Vader y sentir la emoción que las experiencias nuevas producen en el alma noble e inocente de estas pequeñas creaturas.

Querido y dilecto lector, a riesgo que me acuses de hiperbólico, es decir, exagerado, te diré que lo que ayer vi fue una magnifica metamorfosis progresiva en la larva genial que habita en el alma de todos esos niños. Ayer se sembró en pocos o muchos de los infantes asistentes una vocación cultural, un amor invaluable por Matamoros y quizá hasta una exitosa carrera de teatro. Los buenos frutos no se dan a corto plazo.

Lo de ayer fue histórico para esos niños. Cada uno lo platicara en su casa y un suceso contado por una persona es su vida, pero contado por muchos, es ya historia. Luego entonces les toca a los padres y madres de todos ellos evocar todo un mundo de fantasmas para darles vida.

Me pregunto, ¿Cuánto costo llevarlos al teatro? Y la respuesta no es en dinero. La respuesta es en filosofía, en esencia académica. No se necesitan tantos planes rimbombantes y exuberantes para dejar la curiosidad benévola en la infinita e inmensa mente de un pequeño. Con simple voluntad se llega tan lejos. La marca Nike lo dice en su emblemática publicidad: “Just Do It”.

El tiempo hablará.

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