Ironías.

La política es el conflicto de intereses disfrazado de lucha de principios. Ambrose Bierce.

Mi querido y sesudo lector, está de más que le diga que estamos inmersos en un pantano post electoral en la que la política se ha convertido en el manejo de los intereses públicos en provecho privado. Esa es la definición a la que nos acostumbraron los partidos que hasta hoy nos gobernaron, tanto PRI como PAN se avientan la pelotita para ver quien fue el que más perdió. En este descredito el PRI lleva ventaja sobre el PAN simplemente porque ha gobernado más.

Este Tsunami llamado Morena ha contado en forma por demás paradójica, con dos operadores políticos muy eficientes llamados PRI y PAN que con el paso de los años lograron aterrizar en el subconsciente colectivo que la mejor opción para gobernar era precisamente este partido de reciente creación en el 2014. La gente los veía como grandes políticos ambidiestros, con gran capacidad para robar con igual habilidad un bolsillo derecho que uno izquierdo. Y su trabajo fue tan eficiente que en algunos casos no importaba a quien se nominaba, si era por Morena había que votar por esa persona nominada.
Me deja anonadado y sorprendido la capacidad de disuadir al electorado para votar sin empacho por este partido; entendiendo que para los maestros griegos de la irónica disuadir es proponer a otro un error mucho más grande que el que se está cometiendo. Espero que este negro horizonte que la ironía griega proyecta con su desparpajo filosófico sea solo una postura amarga ante la vida.

Surge entonces con este triunfo, la felicidad de los miembros de Morena, esa sensación agradable que nace de contemplar la derrota ajena. Y al mismo tiempo se convirtieron en electores, esos que gozan del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros.

Hoy podemos expresar que experimentamos una elección que tuvo cuatro candidatos, cuatro caballeros modestos que renunciaron sin complejo alguno a la distinción de su vida privada y buscaron en forma legítima, con vehemencia y afanosamente la honorable oscuridad de la función pública. No estoy seguro si después de haber sido expuestos a tanta denostación pública sus hijos y sus respectivas esposas necesitan del consuelo que brindan el tratamiento de un psicólogo que te amortigüe tanta exposición privada en horario triple “A” y de costa a costa y de frontera a frontera.

Todo esto me da a pensar que antes de ser candidatos se capacitan para saber en forma detallada de calamidades, ese recordatorio evidente, inconfundible y a veces hasta fastidioso de que las cosas de esta vida no obedecen a nuestra voluntad. En ese tenor cabe señalar que hay dos clases de calamidades: las desgracias propias y la buena suerte ajena.

Vimos en el entorno nacional unas alianzas anti natura que hallaron todo menos la eficiencia de un resultado electoral que se pueda presumir; el PRD deberá rascarse con sus propias uñas la comezón de su derrota, la cutícula de Anaya, o más bien del PAN, solo servirá para la epidermis panista en la derrota. El detalle es que al momento de firmar dicha alianza no contempló el escenario de la derrota y en ese tenor, y con el peso de los hechos tal alianza se puede definir como se aterriza en política internacional, la unión de dos ladrones cada uno de los cuales ha metido tanto la mano en el bolsillo del otro que no pueden separarse para robar a un tercero.

En su momento Anaya obró con audacia plausible y hasta envidiable, pero conforme el tiempo fue avanzando y develando las intenciones, tal audacia se definió como una de las cualidades más evidentes del hombre que no corre peligro.

Hoy necesitamos ver la vida con cierto nivel de cinismo pues los resultados puede ser que no les guste a muchos, y en ese entorno podemos entender que su defectuosa vista le hace ver las cosas como son y no como debieran ser o como hubieran querido que fuera.

Esperemos que este sexenio que inicia con AMLO, no sea un periodo de seis desengaños; no es justo que descalifiquemos anticipadamente a este hombre que sus oponentes lo acusaron de un peligro para nuestro país, afirmando que nos llevaría a una situación muy crítica, justo donde nos tienen sus detractores, esa fue la mejor propaganda para el ahora ganador.

Hoy tenemos un país eminentemente democrático y podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que después de estas elecciones ejemplares en nuestro país, hoy podemos tener una buena autoestima, esperando que no sea aquella irónica definición, como una evaluación errónea de nosotros mismos, sino aquella que nos estimula para seguir en la brega que nos motive para tener un país con ciudadanos maduros que sepan votar, y si eventualmente se equivocan, sepan enmendar con cabal paciencia su voto seis años después.

El tiempo hablará.

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