El idioma de William Shakespeare.

Confieso que he vivido la vida y no que la he visto pasar. Pablo Neruda.

Tuve la oportunidad de enlazarme el día de ayer con gente de la embajada de los EU con motivo de la clausura de un curso implementado las últimas ocho semanas titulado “English for Journalist 1.0” que impartió pacientemente y con mucha devoción la maestra Flavia Tello, quien estuvo asistida por la siempre amable Paola Obregón en Matamoros y la gentil Jill Dietrich en Monterrey.

Traigo a colación dicho evento para mencionar que además de haber sido un curso de inglés fue también un curso para vencer nuestros miedos. Cualquier cosa puede provocarnos miedo a cualquiera de nosotros. El problema no es tener miedo, lo verdaderamente preocupante es que el miedo nos tenga a nosotros. Y uno de los temores más comunes para cualquier ser humano es hablar y se incrementa cuando esa expresión tiene que ser en otro idioma, particularmente en ingles cuando no se es tan versado en dicho idioma.

El miedo se puede aterrizar en cada uno de nosotros cuando creemos que tenemos una baja capacidad de desempeño, por eso quienes no dominamos al 100% esta forma de expresión lingüística, no nos animamos a comunicarnos en la lengua de William Shakespeare. Y eso lo sabe muy bien la embajada de los EU al grado que como profesionales de los medios en sus diferentes giros fuimos convocados para entrarle al toro de la segunda lengua.

A lo largo del curso nos hicieron entender que necesitamos hacerle frente a nuestros miedos de manera inminente poniéndonos a hablar, escribir y escuchar en inglés, y para ello, movilizamos toda una serie de comportamientos, para más que escapar de aquello que nos produce ese temor, enfrentarlo y trascenderlo

En un ambiente de camaradería afectiva nos indujeron a través de la motivación a querer y creer que se puede llegar a ser una maquinaria narrativa perfecta del inglés que en su momento pueda desgranar historias que atrapan, seducen y convencen con una cautivadora semántica y admirable sintaxis que nos permitan incrementar el profesionalismo de nuestra labor mediática con nuestro relato cuando vaya dirigido a las personas de habla inglesa.

La enseñanza fue bastante agradable y en forma cíclica, experimental y real al mismo tiempo; con muchos diálogos hablados, muchas oraciones escritas y siempre atentos para escuchar las indicaciones en inglés de la maestra, de tal forma que el estado de estar callado al que nos lleva el miedo no fue jamás una opción y nos motivaron a contar una anécdota siempre igual y siempre distinta, acumulando hechos y descripciones deslumbrantes con un inglés adornado con el acento del que acaba de perder el miedo para hablarlo.

Hubo tiempo hasta para mencionar la ley de Murphy, que si algo puede salir mal, saldrá mal. Este Murphy era el ingeniero aeroespacial Edward Aloysius Murphy y formuló su ley en 1949 después de descubrir que estaban mal conectados todos los electrodos de un arnés para medir los efectos de la aceleración y deceleración en pilotos.

Pero debo confesar que mis años pedregosos con el inglés no han sido nunca un factor necesariamente limitante pues asumo, supongo que al igual que todos mis compañeros del curso, que ante la ríspida y tajante necesidad de comunicarnos en el idioma anglosajón, a trompadas y machetazos, simplemente lo hacíamos para darnos cuenta que en cuestión de idiomas, en una sola vida caben muchas vidas y que, a veces, lo difícil no es huir del inglés sino volver al español.

Si de hermanar naciones se trata, creo que estos cursos forjan vínculos más allá de las palabras oficiales. Gracias a la embajada de los EU por este curso “English for Journalist 1.0” que en la logística que manejaron la maestra Flavia Tello, Paola Obregón y Jill Dietrich nos conminaron a no conformarnos para siempre con el destino raso de vivir un destino que no era el nuestro: hablar inglés con miedo.

Aun no llegamos al nivel lenguaraz del inglés, pero la semilla ya esta sembrada. Espero ansioso la secuela de este programa. La pasión por este idioma se dará cuando podamos leer en el idioma original a Shekespeare, aquella legendaria y emblemática frase de este dramaturgo en el dubitativo personaje de Hamlet: To be, or not to be, that is the question.

El tiempo hablará.

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