El azar en la vida y en las elecciones.

Es el azar, no la prudencia, quien rige la vida. Cicerón.

El azar tiene varias connotaciones en el diccionario de la RAE, traigo a colación dos de ellas que son eminentemente muy ilustrativas y altamente sorprendentes por suponer que quizá mucho de la historia universal o nosotros como nación e incluso en nuestra vida personal estamos definidos por ella. Dicen las autoridades del idioma español que se define como casualidad, caso fortuito o desgracia imprevista.

Por ende, mi querido y dilecto lector, debemos entender que en nuestra existencia el azar existe. En este planeta los seres humanos tenemos una vida azarosa. Si usted tiene en perfecto orden cada milímetro de su vida podrá afirmar que esto del azar es sólo una medida de nuestra ignorancia, yo no estaría de acuerdo con usted porque creo que en realidad es parte constitutiva de nuestra naturaleza humana. Le daré un ejemplo pueril y personal de que forma parte ineludible de nuestra existencia.

En primaria tuve un amor platónico de nombre Nora Elia. El azar entra en juego porque si ella, o yo, no hubiéramos ingresado a la misma escuela, jamás hubiera yo sentido el deleite infantil que mi deliciosa heterosexualidad me permitía para con ella. Aun no sabía yo nada del azaroso mundo del amor, yo solo sabía que me gustaba contemplarla. Hoy con sobrada contundencia puedo afirmar que en una vista retrospectiva de nuestras vidas podemos aterrizar en nuestra inteligencia que saber aceptar, capturar o utilizar aquello que el azar nos ofrece es uno de los ingredientes fundamentales de aquello que llamamos sabiduría. Y mi querido lector, la sabiduría es un anhelo absurdamente socrático, pues el filósofo griego tenía un aforismo desbastador al respecto, decía, mientras más se, menos se.

Ya metidos en este asunto del azar, permítame decirle que nuestra Historia está cargada de eventos que han ocurrido y de eventos que no han ocurrido por situaciones que bien pudiéramos atribuirlo a circunstancias derivadas de esa proposición binaria denominada “causa-efecto” que muchas veces no ha sido producto de un plan maestro concebido por mentes brillantes y selectas que nos pudieran intimidar por tanta inteligencia desbordada.

El Azar permitió que Lázaro Cárdenas, un presidente gris y sin pena ni gloria en su tiempo y gracias a la segunda guerra mundial pudiera llevar a cabo la expropiación petrolera, justo cuando el presidente de EU Franklin D. Roosevelt tenía toda su atención en cómo controlar al líder nazi Adolfo Hitler, no era posible abrir otro frente; hermosa casualidad para el michoacano, el Tata Cárdenas.

Podemos deducir que en forma por demás particular, el desarrollo de la civilización es un delicado encaje en el que se entretejen la causalidad con la casualidad. No esta tan descabellado suponer que nuestro mundo está controlado por una concatenación de procesos causa-efecto. A nuestra generación, tan instruida y tan documentada le toca hacerle un buen lugar, tanto en el terreno de las cosas como en el del hombre, a ese exiliado del pensamiento y la cultura: el azar.

Un accidente de carro se puede dar porque a alguien se le ocurre mandar un meme intrascendente, el receptor que va manejando decide agachar su cabeza y leerlo, eso lo lleva a un accidente fatal que pudo haberse evitado si el emisor jamás envía dicho mensaje. Cosas del azar.

Cuántos candidatos plurinominales se apuntan solo por llenar la lista con pocas probabilidades de hacer efectivo su puesto de elección popular, o cuántos suplentes piensan que el titular siempre estará presente y que ellos jamás llegaran, sin embargo muchos de ellos el azar los ha llevado a la cumbre.

Sesudo lector, hoy debemos considerar que la línea de desarrollo que ha seguido la humanidad es una de las muchas —infinitas— que hubiera podido tomar. No somos pasajeros de algún tren que, muy quitado de la pena, se deja llevar por la seguridad de los rieles. Somos más bien termitas que vamos, a ciegas, construyendo una galería, llevados un poco por nuestra voluntad, otro poco por las imposiciones externas, y mucho por el azar imprevisible.

Todo esto viene a colación porque a veces pienso que sin creer en las encuestas, estas pueden ser determinantes de una elección, pero estamos olvidando el elemento que puede ser más determinante que las encuestas, el azar, que fue quien quiso que en España fuera Zapatero el presidente y no Aznar quien estaba en primer lugar la mayor parte de la campaña.

El azar quiso que en los años cuarenta Churchill ganará la guerra pero fuera derrotado en las elecciones por Clement Attlee, el candidato del Partido Laborista.

No perdamos de vista que son cuatro candidatos, y hoy más que nunca el azar es constitutivo de la realidad y se encuentra engranado en el origen y en el destino de nuestros actos, en sus motivaciones y en sus consecuencias.

El tiempo hablará.

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